marzo 11th, 2019

Sonidos galácticos

 

Ahora que proliferan las apps para conseguir dormir a base de enchufarse a todo tipo de sonidos placenteros, sugiero ponerse esta banda sonora, creada por la Nasa según una imagen icónica del Telescopio Espacial Hubble en la que aparece el universo. Partiendo de la posición de cada Galaxia en la foto, se ha creado una especie de «melodía» de 30 segundos que traduce a sonido la posición de cada galaxia.

 

 

Copio lo que cuenta la Agencia Espacial sobre tan especial composición musical (por llamarlo de alguna manera): «El espacio se «sonifica» en esta visualización de un grupo de galaxias con imágenes del Hubble. El tiempo fluye de izquierda a derecha, y la frecuencia del sonido cambia de abajo hacia arriba, con un rango de 30 a 1.000 hercios. Los objetos cerca de la parte inferior de la imagen producen notas más bajas, mientras que los que están cerca de la parte superior producen notas más altas. La mayoría de las manchas visibles son galaxias que albergan innumerables estrellas. Algunas estrellas individuales brillan en el primer plano. Las estrellas y las galaxias compactas crean tonos cortos y claros, mientras que las galaxias en espiral en expansión emiten notas más largas que cambian el tono. La mayor densidad de galaxias cerca del centro de la imagen (el corazón de este cúmulo de galaxias, conocido como RXC J0142.9 + 4438) produce una gran cantidad de tonos de rango medio en la mitad del video». 

Los sonidos han sido creados por Matt Russo y Andrew Santaguida.

 

 

La imagen fue tomada en agosto del 2018 con el Hubble Advanced Camera for Surveys y una Wide-Field Camera  como parte del programa de observación  RELICS (Reionization Lensing Cluster Survey) y en ella aparecen cúmulos de galaxias del universo. Aquí la descripción de La Nasa.

 

 

No es la primera vez que la Nasa recrea sonidos del espacio, mediante la técnica de «sonificación de datos», ya que el espacio es un lugar vacío en el que la ausencia de aire impide que este los sonidos se extiendan.

 

 

Sin embargo, los instrumentos de las sondas que el hombre a enviado a las profundidades del espacio, son capaces de captar otros tipos de energía y traducirlas a sonidos reconocibles, a través de la llamada «sonificación de datos». Es el caso por ejemplo de las sondas Voyager.

El científico Donald Gurnett, es especialista en detectar las ondas de radio y su interacción con el viento solar o con los campos magnéticos de los planetas y traducir el resultado a un sonido distinguible, con la ayuda de un amplificador. Gracias a esto se puede conseguir un misterioso sonido característico para cada planeta y hasta captar la huella energética de los rayos o las auroras que ocurren en algunos de ellos.

Poco recomendables para conciliar del sueño, que son bastante espeluznantes… de hecho, los de la Nasa difundieron estos sonidos la noche de Halloween del 2017.

Me voy a dormir, imaginando galaxias sonoras, a ver si es posible…

 

 

 

febrero 7th, 2019

Nieva en el laboratorio

 

Antes de que la primavera se me eche encima como por arte de magia, y se derrita toda la nieve a mi alrededor, dejo por aquí la última parte de mi acercamiento a los cristales de hielo, hablando del trabajo deUkichiro Nakaya, otro héroe de los copos de nieve. Él fue el primero en crearlos de manera artificial, allá por el 1936.

 

 

Nakaya nació cerca del Mar de Japón en 1900, en la misma región donde se ambienta el maravilloso libro de Suzuki Bokushi, Hokuetsu Seppu» (Snow Country Tales), y precisamente este libro fue el que inspiró su trabajo científico, ya que además de relatar historias locales relacionadas con la nieve y maravillosos dibujos, contenía más de 180 bocetos de copos de nieve naturales.

 

 

Su padre quiso que fuera ceramista (lo que son las cosas en Japón), pero él contraviniendo su deseo, estudio física experimental y se doctoró en ciencias por la universidad de Kyoto.

 

 

Trabajando en la Universidad de Hokkaido, con pocos recursos económicos pero con mucha nieve a su alrededor, decidió estudiar los copos que él consideraba «jeroglíficos enviados desde el cielo»con métodos científicos.

 

 

Con la ayuda de un microscopio, tomó más de 3.000 microfotografías de copos de nieve y, a partir de ellas, pudo establecer un sistema de clasificación de cristales de nieve natural en siete grupos principales y muchos grupos menores.

 

 

Después, en 1935 fundó el Laboratorio de Ciencias de Baja Temperatura para tratar de crear cristales de nieve artificial en el laboratorio.

 

 

Según leo: «Generó vapor de agua en un tubo de vidrio hueco de doble capa, que luego enfrío. La labor no era sencilla ya que en vez de formarse copos de nieve, los cristales de hielo crecían como orugas sobre el hilo de algodón que usaba para la nucleación.

 

 

Nakaya continúo con sus experimentos, cambiando el algodón por otros tejidos, sin éxito. Un día encontró un cristal de nieve en la punta de uno de los pelos de un abrigo de piel de conejo: este hallazgo le llevó a producir el primer cristal de nieve artificial.

 

 

Así 3 años después del primer intento, produjo un cristal de nieve en la punta de un pelo de piel de conejo en su laboratorio. En diciembre de 1937, tomó fotografías de varios tipos de nieve artificial cultivada artificialmente; estas imágenes se inspiraron en el libro Snow Crystals del fotógrafoWilson Bentley que acababa de publicarse.

 

 

Nakaya descubrió la manera en la que los diferentes patrones se producen en la naturaleza y publicó su Diagrama Nakaya, que describe la relación entre el vapor, la temperatura, la sobresaturación y el exceso de densidad de vapor en las nubes. 

 

 

Observando el diagrama de Nakaya hay dos circunstancias que inmediatamente saltan a la vista. Una es que los cristales relativamente simples comienzan a volverse más y más complejos a medida que aumenta la humedad; las formas estrelladas y con múltiples ramas sólo se forman en altísimas condiciones hídricas.

 

 

Segundo, se verifica que la forma general se comporta peculiar y dramáticamente en función de la temperatura, cambiando de formas de placa a formas columnares cuando la misma desciende, y revirtiendo lentamente a placas si la temperatura sigue bajando.

 

 

Interesante saber, como cuenta el propio autor, que en los experimentos con nieve artificial, tuvo muchos fallos, pero se maravilló al ver que había contratiempos similares en la nieve natural.

 

 

En ocasiones, los cristales que comenzaban a formarse correctamente, se malograban  tomando formas tortuosa que desafiaban cualquier intento de categorización. Tales rarezas no podían ser Identificadas como cristales y se consideraban fallas y había que comenzar de nuevo.

 

 

Cito textualmente: «Sin embargo en la nieve natural, también se pueden encontrar formas extrañas similares. Después de descubrir la primera irregularidad, se notan otras, una tras otra, en varias etapas de desarrollo que muestran que la nieve natural también puede fallar para nuestro gran alivio. Una vez que encontré el ejemplo más maravilloso de desarrollo fallido en la nieve natural y grité: «¡Vengan, han cometido otro error!» Mi asistente, el Sr. H., se asomó al microscopio y su rostro se iluminó con una sonrisa de felicidad. 

 

 

Para saber más sobre sus estudios, el libro Snow Crystals: Natural and Artificial recoge todos sus descubrimientos.

 

 

En 1988 un equipo en Wisconsin demostró, contra lo que se creía anteriormente, que dos copos de nieve pueden ser totalmente idénticos si el entorno en el que se forman es suficientemente parecido. Con distintos experimentos, consiguieron demostrar que sí que existen copos de nieve idénticos… ¡a veces el conocimiento no da la felicidad! en fin…

 

 

Para cerrar el circulo de los copos de nieve, dejo aquí el nombre de Masaru Emoto  un especialista en medicina alternativa japonés, conocido por sus controvertidas afirmaciones de que las palabras, oraciones, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua influirían sobre la forma de los cristales de hielo obtenidos del mismo.

 

 

Masaru expone agua a la influencia de la música, las palabras y los pensamientos. Luego congela las muestras y les toma fotografías. Según afirma, las vibraciones positivas -provenientes de la música hermosa, las palabras de afecto o los pensamientos positivos- configuran cristales con una estructura hexagonal clara, simétrica y brillante, muy similar a la de la nieve. Las vibraciones negativas -del agua contaminada, la música estridente o las palabras de odio- dan lugar a formas caóticas, asimétricas y oscuras.

 

 

Hay muchísimo material en internet sobre este «misionero del agua» libros como Los mensajes del aguadocumentales yo lo dejo aquí y me voy a ojear el documental con todo el escepticismo del mundo.

 

 

las imágenes que adorna este post no son de Nakaya, sino del libro de Suzuki Bokushi, Hokuetsu Seppu, sus ilustraciones originales y también imágenes de una instalación de luz que llevó a cabo el artista Takahiro Matsuo a partir del él.

 

Perdón por el tocho que me ha salido… Que no vuelva a pasar!!!!!!!.

enero 23rd, 2019

Acercando la nieve

Pensando ando estos días en los plagios, tan comunes en este cutremundo artístico que me toca vivir, en el que siempre existe alguien que oferta mas barato cuando no son los propios gestores los que fomentan las peores prácticas. En realidad el buen hacer les no importa demasiado, ya que las obras son para un corto uso.

 

También me voy por los cerros de Úbeda, maquinando cómo hacer que las cosas que salen de la cabeza de uno, vengan con una marca al agua que las haga irreproducible, y que si alguien se atreve a copiarlas, se le desprenda al momento algún órgano vital, o la propia cartera…

 

 

En fin, en esas cosas poco amables ando ahora, desgraciadamente son el día a día de muchos, que hemos acabado casi sin darnos cuenta moviéndonos entre gente hostil que habita los palacios del glamour artistoide, en los que se camufla para atacar, cuando la presa estás despistada, sacando garras de depredador, que tampoco tiene tan afiladas ya que sólo las usa con animales de menor envergadura.

 

 

Siguiendo con mis cavilaciones, cavilar como práctica estética?, no paro de preguntarme ¿dónde está la erotica que otros le ven a ser artista?, ¿a qué viene ese empeño en que se le reconozca a uno como tal?, quizás sea el sentirse deseado, como me decía una amiga, pero eso yo lo atribuyo más a la fama menos artística.

 

 

No me cansaré de repetir que es uno de los trabajos en los que mas fortaleza anímica hay que tener, y que mas ingrato y rastrero se vuelve cuando uno intenta vivir de él de una la manera digna, porque después de todos los chupinazos, toca rendir como cualquier profesional, y se exigen la mismas prestaciones, si no todas.

 

 

Si alguien se digna iluminarme lo agradecería, y ya puesto, que vuelva a convencerme de que merece la pena dedicarle esfuerzo al tema y no irse corriendo a estudiarse unas oposiciones…

 

Pero vamos, que los trabajos artísticos, mas bien en abstracto y sin nombres de por medio, me fascinan, este Ático es la prueba, pero los que se dedican a manejarlo me hacen vomitar, así que, escondida de ellos, mientras me dejen…

 

 

Al hilo de esto del plagio y de las piezas únicas e irreproducibles, me acordé, también por el frío que hace, de los copos de nieve, esas pequeñas bolillas apenas perceptibles y ligeras, que cuando se juntan producen frío helador y que esconden en su constitución, sofisticadas formas únicas, sólo apreciables en el microscopio.

 

 

 

Este recuerdo me lleva a Wilson Bentley que según sus contemporáneos descubrió el secreto de los copos de nieve, mirándolos a través de su microscopio y retratándolos, lo que le convirtió en un pequeño héroe, que se dedicó en cuerpo y alma a documental sus infinitas formas a través de mas de 5.000 archivos de cristales de nieve, todos completamente distintos y fascinantes, con forma hexagonal.

 

 

Su historia es bien interesante. Fue un granjero nacido en el 1865 en Vermont EEUU, y vivió siempre en la misma granja. Todos los días, como buen hombre de campo, registraba el tiempo en un cuaderno, en invierno, observaba copos de nieve y escarcha, y en verano se dedicaba a las gotas de rocío y las nubes. Suena fantástico ¿no?.

 

 

Cuando tenía 15 años, su madre le regaló un viejo microscopio y él, en su afán por conocer todo lo que tuviera que ver con la meteorología, puso copos de nieve bajo el microscopio para después intentar reproducir las formas a través del dibujos, pero como se derretían tan rápido no le daba tiempo a ilustrarlas.

 

 

Sus padres le compraron entonces una cámara fotográfica y durante dos años intentó fotografiar los cristales de nieve, pero las imágenes no salían bien nitidas. Finalmente en 1885,  tuvo éxito y gracias a la fotomicrografía pudo «congelar» sus formas antes de que desaparecieran.

 

A pesar de vivir en el campo, fue muy popular en su época, tanto que se le conocía como «Snowflake» Bentley. Sus fotografías aparecieron en muchas revistas y artículos, y en 1931, publicó el libro «Los cristales de nieve», con 2.400 imágenes. Su familia y vecinos sin embargo le tomaban por loco y su padre creía que se ocupaba de menudencias, siendo la madre la única que le alentó a continuar.

 

 

La comunidad científica le consideró el primero en desvelar la verdadera forma de los cristales de nieve y el Smithsonian conserva una gran parte de su colección de fotos.

 

 

Para él, los copos de nieve eran verdaderas joyas a las que había que mimar, con un diseño único y efímero, que él debía perpetuar. Es muy interesante leer lo que cuentan en su web sobre sus motivaciones, no las transcribo por no hacer esto eterno.

 

Murió de neumonía, muy propio, en su granja, en el invierno de 1931.

 

 

Pero… siguiendo con el tema plagio, (que en este caso por supuesto no fue tal), hace pocos años se descubrió, que el primer fotógrafo de copos de nieve no fue Bentley sino Johann Heinrich Flögel, un académico alemán, abogado, astrónomo, científico y fotógrafo de vida silvestre, que ya estaba trabajando en este tipo de fotografías años antes, aunque nunca las registró.

 

 

Él indiscutiblemente fue el primero en lograr fotografías de cristales de nieve, se sabe porque en una de las fotos encontradas en sus archivos, anotó en los bordes que era de un copo de nieve que había caído el 1 de febrero de 1879 y había tomado la foto con un aumento de 46x, eso fue unos 6 años antes que las primeras de Wilson. Pero nadie supo de esto hasta el 2010, y por supuesto nunca se llevó ningún reconocimiento por ello.

 

 

Poco más sé de sus copos de nieve, que no hay mucha documentación en internet.

 

 

Me guardo para el próximo día a Ukichiro Nakaya, un cultivador de copos de nieve que merece una entrada para él solito, pero cuando esté de mejor ánimo.

 

Me crucé con este artículo que me despertó la curiosidad y de ahí fui tirando de la info. Las imágenes son de google.

 

enero 7th, 2019

Círculos con árboles

 

Con la instalación que el artista Strijdom van der Merwe llevó a cabo en Kamiyama, doy por terminado el tema «círculos en la naturaleza»… por ahora…

 

 

Fue ésta una pequeña e inspiradora intervención llevada a cabo con una simple navaja sobre el musgo superficial que cubría la corteza de los arboles de toda la zona.

 

 

Una pieza en la mejor tradición del land art, poco invasiva y muy efímera ya que en un breve tiempo acabó de nuevo integrada en la naturaleza.

 

 

Y aunque no parezca éste un trabajo especialmente relevante, a mis ojos se presenta como fresco y saludable, así que vaya todo mi respeto a una intervención que no empacha.

 

 

Dejo las fotos que he encontrado en google, y también la de otras piezas de este artista en las que la forma circular es protagonista.

 

 

Antes de cerrar por hoy, y ya que ando por Japón (virtualmente), aprovecho para dejar otra obra circular, ubicada en la Prefectura de Miyazaki, y que fue creada por la propia naturaleza guiada por científicos, sin voluntad artística ninguna.

 

 

Se trata de dos impresionantes círculos de arboles sugi (cedro japonés), sólo visibles desde la altura y que fueron el resultado de un experimento científico que se prolongó durante mas de 50 años.

 

 

Según cuenta el Ministerio de Agricultura de Japón, ellos son los artífices de esta singular intervención. En 1973 designaron un área para desarrollar trabajos de silvicultura experimental, y uno de los experimentos fue tratar de medir el efecto del espaciamiento de los árboles durante su crecimiento.

 

 

Plantaron árboles en incrementos radiales de 10 grados, formando 10 círculos concéntricos de diámetros variables. Los arboles fueron creciendo a lo largo del tiempo pudiendo comprobarse que efectivamente la densidad de los arboles sí que afecta a su crecimiento.

Pasados los años, se ha generado un paisaje tan espectaculares que se está considerando dejar que la naturaleza siga su curso y no talarlos, como en principio estaba previsto.

Os dejo el proyecto en perfecto japonés. Yo lo he conocido aquí, de donde también he sacado las fotos.

diciembre 27th, 2018

Hojas que iluminan hojas


Descubrimientos que hacen que me reconcilie con el género humano, y que viene de la mano de gente tan ilustre como la que trabaja en el MIT. En este caso de la doctora Seon-Yeong Kwak y el Dr Michael S. Strano han conseguido, por resumirlo de manera que se entienda fácil, que una simple mata de berros pueda servir de lampara de lectura, sin necesitad de ninguna ayuda eléctrica.

 

 

Mas allá del hecho científico de parece de gran utilidad práctica, sobre todo si puede desarrollarse de un modo extensivo, sólo de pensar en árboles que sustituyan a farolas o que mis macetas también me den luz ambiente en la casa, me hace salivar…

 

 

Según explica el MIT, este milagro se consigue cambiando la estructura interior de la planta inyectando nanoparticulas(1 nanometro = 0.000000001 metros) que consiguen que ocurran una serie de reacciones bioquímica que generan luz visible, tal como ocurre en las luciérnagas.

 

 

Los componentes de esta reacción, se producen a causa de una proteína llamada luciferasa y de una molécula, la luciferina. Cuando estos dos componentes interaccionan en presencia de oxígeno, la luciferina es oxidada y se genera luz. A este mecanismo se le conoce como bioluminiscencia. Otra molécula, llamada Coenzima A, ayuda al proceso, eliminando un tipo de reacción que  inhibe la actividad de la luciferasa.

 

 

El equipo del MIT empaquetó cada uno de estos componentes en un tipo diferente de portador de nanopartículas que les ayudan a llegar a la parte correcta de la planta y también evitan que se acumulen en concentraciones que podrían ser tóxicas para las plantas.

 

 

El resultado fue la planta de berros que funcionaba como una lámpara de escritorio. Los primeros esfuerzos de los investigadores al inicio del proyecto dieron lugar a plantas que podrían brillar durante unos 45 minutos, que desde entonces han mejorado a 3.5 horas.

 

 

La luz generada por berros de diez centímetros es una milésima de la cantidad necesaria para leer correctamente, pero fue suficiente para iluminar las palabras en una página de EL Paraíso Perdido de John Milton.

 

 

Los investigadores creen que con más ajustes, esta tecnología podría usarse para proporcionar luces lo suficientemente brillantes como para iluminar un espacio de trabajo o incluso una calle completa, así como iluminación interior de baja intensidad para ello tienen que optimizar la concentración y las velocidades de liberación de los componentes químicos.

 

 

Para futuras versiones de esta tecnología, el equipo espera desarrollar una forma de pintar o rociar las nanopartículas sobre las hojas de las plantas, lo que podría hacer posible transformar los árboles y otras plantas grandes en fuentes de luz.

 

 

Los investigadores también han demostrado que pueden apagar la luz agregando nanopartículas que llevan un inhibidor de la luciferasa. Esto podría permitirles crear eventualmente plantas que cierren su emisión de luz en respuesta a condiciones ambientales como la luz solar…

 

Suena fantástico y ya puestos a pensar,  además del ahorro energético y económico que supondría, (la iluminación representa alrededor del 20% del consumo de energía en todo el mundo), su uso extendido podrían representar un importante recorte en las emisiones de CO2.

 

 

Seguiré bien atenta la evolución de este proyecto.

 

 

He leído la noticia aquí y las fotos las he sacado de google.

 

 

También dejo por aquí a Elowan, otro proyecto del MIT, con plantas, y luz, y otro sobre plantas que detectan bombas y armas químicas desarrollado por el mismo equipo del Dr. Strano.

 

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