noviembre 21st, 2018

Montañas en el ático

 

Hoy voy a ampliar el Ático para dar cabida en él a un proyecto que nada tiene de artístico aunque fácilmente podría haber salido de la cabecita de un artista megalómano de esos que tanto abundan.

 

 

Dicen que la fe mueve montañas, suena muy evangelizante, pero artistas como Francis Alys se han encargado de demostrar que es un hecho cierto.

 

 

La cabezonería, la fuerza bruta y el desapego por la legalidad y las normativas de los nuevos ricos de China, también son capaces de conseguirlo, como ha demostrado el profesor Zhang Lin, que construyó con sus propias manos una montaña en la azotea de un bloque de viviendas de 26 pisos, justo justo encima de su vivienda y sin importarle en absoluto que un día se le pudiera caer encima.

 

 

La historia es del 2013 pero me la he encontrado estos días en uno de mis archivos y me ha parecido que se merecía un sitio en este ático loco, en el que hay mas flores que piedras que también crecen con las raíces hundidas en escombros.

 

Este profesor millonario, vendedor de productos de medicina tradicional china, tardó mas de 6 años en construirse su villa con montaña incluida, y lo hizo sobre un lujoso edificio de Pekín, subiendo piedra a piedra en el ascensor, hasta rellenar lo que él llama eufemísticamente jardín ornamental de mas de 2.400 pies cuadrados, que mas se parecía a un «idílico» acantilado frente al mar, y que contiene varias piscinas, pistas de deporte, un jacuzzi, escenarios y hasta un viñedo. En total gastó mas de 130.000 dólares en construirse un mausoleo con vista al lago.

 

Absolutamente consciente de la ilegalidad de lo que estaba haciendo y del peligro que conllevaba el sobrepeso que estaba añadiendo al edificio, transportaba el material por la noche y así evitaba encontrarse con los vecinos a los que tenía bastante enfadados ya que desde que comenzó con «su intervención»el edificio se llenó de grietas y fisuras en las tuberías por el sobrepeso.

 

Las autoridades no prestaron atención a las denuncias de los inquilinos, bastante ocupados debían estar intentando poner coto a tanto exceso arquitectónico como debe haber en la ciudad , así que los vecinos decidieron contarlo a los medios de comunicación, que lógicamente se hicieron eco de tan esperpéntica construcción y la historia se hizo popular en todo el mundo, así, a los técnicos de urbanismo no les quedó mas remedio que tomar cartas en el asunto y obligar al propietario a demoler toda la construcción ilegal en menos de 15 días.


 

El dueño, una vez hubo recibido la orden oficial, tuvo que contratar a una cuadrilla de trabajadores para que echara abajo su monumento al lujo hortera que tanto tardó en levantar.

 

 

Y poco mas que añadir, el video y las fotos narran mejor que yo esta locura faraónica que no he podido por menos que reseñar, ya que me recuerdan a algunas piezas de las que acostumbro a encontrar en mis vagabundeos por la red.

 

 

El próximo día cosas de mas enjundia, que ando un poco entumecida después de tanto tiempo de un lado para otro y sin escribir ni una línea.

 

 

Conocí la historia aquí, y las fotos las he sacado de google. No salgo de mi asombro cuando las miro.

 

septiembre 10th, 2018

La seducción del accidente

 

Preocupada que anda una por lo dañinas que pueden llegar a ser algunas obras de arte destinadas a perdurar en el tiempo y en el espacio. Sobre todo si son grandes y se hace de ellas un uso malintencionado, o peor, si su carácter bienintencionado las convierte en un estandarte de esto y de aquellos…

 

 

Que dios me aleje pronto (negaré haberlo dicho) de ese arte que llegó para intenta solucionar cuestiones vitales del individuo, que está exento de cualquier atisbo de sentido del humor pero sí lleno de consignas que impiden valorar objetivamente su calidad y que ojalá, como llegó, se vaya la próxima temporada, o las próximas elecciones.
Siento la simplicidad.

 

Por temas como estos, cada vez miro con mas arrebato todo lo que huele a accidental, lo que esta destinado a durar una exhalación y no pretende servir para otra cosa que para causar disfrute al artista y a quien tuvo la suerte de presenciar el momento de su desaparición. Nada nuevo, desde luego.

 

 

Pensando en un trabajo que me encandile en ese sentido, me ha parecido oportuno dejar por aquí al gran Roman Signer, valeeeee, que es muy conocido, pero para los que no sepa qué hace, diré que alguien describió su trabajo como «un amplio registro de acciones seducidas por el accidente». Suena bien no?.

 

Me resulta muy complicado definir con propiedad su trabajo, la cosa tiene miga, por lo que esta vez echaré mano de palabras de otros o de las suyas propias para poder contarle.

 

 

Según leo en su web, en sus esculturas de tiempo (así define su trabajo) investiga la transformación de los materiales a través del tiempo, enfocando la atención del espectador en la experiencia del evento, los cambios realizados y las fuerzas involucradas.

 

 

Combinando diversos objetos tridimensionales, acción en vivo, fotografía fija e imágenes en movimiento, las esculturas temporales de Signer enmarcan episodios de contención y liberación de energía, siempre con ingenio, a menudo con cautivadora rapidez y humor irresistible.

 

 

En esta entrevista que le hizo  El Cultural en el 2010, logran aproximarse de manera bastante delicada al trabajo de Roman, yo entresaco aquí párrafos.

 

«Roman Signer parece un aprendiz de mago en cada uno de sus vídeos e instalaciones, que se caracterizan por una simplicidad desconcertante y por un resultado imprevisible. Un amor dadaísta por el absurdo.

 

Las historias que cuenta Signer nacen del instinto y la liberación que da el hecho de no atender a horarios, ni calendarios, ni modas. Asimismo, de una biografía marcada por haber vivido en una parte de Europa proclive a la observación de fenómenos devastadores, por las largas caminatas por la montaña con su padre, por los juegos fortuitos con los objetos de metal que le prestaba su abuelo, por los experimentos con explosivos a los que le instaba su tío, jefe de bomberos, con los petardos de su pequeña tienda… 

 

Roman Signer es como el Buster Keaton del arte: igual de inconsciente a la hora de encarar situaciones de riesgo.  

Tal vez sea una coincidencia, pero empecé a grabar en el mismo momento en que empecé a trabajar con explosivos. Entonces, no sabía nada de cine. Justo me acababa de comprar una Super 8 y un proyector. Las primeras cosas que grabé fueron explosiones de objetos, que tenían para mí un valor escultórico”.

 

 

Mi formación es la de escultor, aunque yo me considero un científico y un aventurero. 

Me interesa lo efímero porque es una forma de tiempo que me intriga. Además, hay algo de trágico, algo que pasa y se acabó. Me gusta la fuerza, la velocidad.

 

 

-Imaginar lo que puede llegar a suceder es lo emocionante del arte. Aunque no me decepciona si algo no sucede del modo que lo imagino. Al contrario, eso me da nuevas ideas.

El azar es importante, así como el suspense y la incertidumbre.

 

 

-No aparezco en mis obras de una manera exhibicionista ni como el típico performer que toca la flauta durante horas, haciendo un poco de humo aquí y allá. Lo que yo hago no es arte escénico. Más bien realizo un proceso de iniciación. A veces de sufrimiento, a veces de limpieza. 

-Para mí el arte es el silencio tras una explosión. Algo inmenso y espeluznante. 

 

 

En cuanto a los objetos, me gusta su función múltiple, las muchas posibilidades que ofrecen, aunque no en el sentido de los objets trouvées de Duchamp. No me interesa presentar un objeto y decir: “esto es arte”. En mi obra, los objetos tienen siempre una función y una estrecha relación conmigo.

 

 

¿Cree que su trabajo sigue siendo actual? Pues no sé…¡Espero que sí! Como artista espero no estar completamente desfasado». 

 

 

No me negaréis que salen algunas frases de esas que tanto gusta publicar en FB. De mi cosecha diré que lo que Roman hace es un delicioso divertimento artístico, y lo que hacen/mos muchos otros… puro engreimiento.

 

 

Ya lo conocía y las fotos y videos las he cogido prestadas de san google.

 

julio 13th, 2018

Aireando la casa

 

Con estos calores y contaminaciones, dan ganas de ponerse a vivir en espacios abiertos en los que corra el aire, mucho más que estar encerrado en casa, pegado al ventilador. Yo me quedaría a dormir en la placita frente a mi taller, uno de los sitios donde el verano es mas amable de Madrid. Las cañitas y los tintos de verano también ayudan.

 

 

Y hablando de hacer del espacio publico un hogar en toda regla, pienso en Thierry Mandon, un artista que se dedica a apropiarse de la calle de una manera poco invasiba, para hacer en ellas cosas tan cotidiana como acostarse y leer un libro, sentarse delante de la mesa de la cocina a tomar un vino a la luz de una lámpara, ver un partido frente al televisor, o cuidar sus plantas y embellecer su entorno.

 

 

Según cuenta el artista en su página: «Utiliza el vídeo, la fotografía, la performance y la instalación para expresar la naturaleza poética de la vida cotidiana, para hacer transformaciones sutiles, donde el espectador encuentre a la vez aspectos trágicos y cómicos de su existencia.

 

 

El personaje, una especie de arquetipo del individuo, se presentan en situaciones improbables, incómodas y absurdas. Se enfrentan con espacios de tiempo incompatibles, su condición humana, su límite, su debilidad o su poder creativo.

 

 

Estos temas dan como resultado trabajos en los que frecuentemente aparecen dos elementos, dos mundos planteados en un equilibrio precario; a menudo en busca de armonía, de una unidad estable entre el hombre y su entorno.

 

 

No todos sus trabajos están a la misma altura creativa, para mi gusto, pero bueno, un soplo de aire fresco es un soplo de aire fresco, y con estas temperaturas se agradece.

 

Me han entrado ganas de irme al campo a hacer mis propias performances, algo así como meterme en agua helada de la garganta y dar saltitos de frío.

 

 

Conocía la obra de este artista no sé bien por qué medio y las fotos las he sacado de su página web.

 


mayo 28th, 2018

Camuflaje para ser salvaje

 

Hace tiempo leí la reseña de un libro que me dejó fascinada.

 

The Keartons: Inventing nature photography, era su título, y fue escrito por John Bevis en el 2016. En él se narra la vida y trabajo de dos hermanos, pioneros de la fotografía de naturaleza en estado salvaje.

 

 

Además de aportar gran documentación fotográfica sobre animales en su habitat natural, el libro descubre los secretos del proceso de trabajo de estos fotógrafos en un entorno hostil a los humanos. Los inventos que usaron para pasar inadvertidos me dejaron completamente encandilada. Así que he pensado que un soplo de aire fresco y natural como este, le viene bien al Ático, aun sin ventilar.

 

 

En 1892, los hermanos RichardCherry Kearton comenzaron a fotografiar en su pueblo, Thwaite al norte de Yorkshire. Con una cámara muy rudimentaria, lograron capturar algunas de las mejores fotos tempranas de nidos de pájaro con huevos, de insectos o de los mamíferos de su entorno.

 

 

Al darse cuenta del potencial de la cámara para revelar los secretos del mundo natural, decidieron perfeccionar y ampliar los registros de aves y otras criaturas en su hábitat, y durante tres años de trabajo de campo, editaron el primer libro de naturaleza ilustrado completamente con fotografías Birds’ Nests, Eggs and Egg Collecting.

 


Esta publicación les sirvió de trampolín en sus carreras personales, Richard desarrolló una serie de dispositivos que incluía el extraordinario «Stuffed Ox», fue autor de numerosos libros de naturaleza superventas, y con un exhaustivo programa de conferencias públicas hizo más que nadie de su generación para popularizar los estudios de la naturaleza. Cherry se destacó tanto en la fotografía fija como en la cinematográfica, realizó la primera grabación de pájaros cantando en la naturaleza.

 

Por méritos propios, son considerados los padres fundadores de este género fotográfico, hoy tan popular.

 

 

Pero en el día a día no lo tenían nada fácil, ya que para hacer bien su trabajo, se desplazaban con los engorrosos equipos fotográficos de la época, que debían  esconder cuidadosamente en el paisaje. Esto les llevó a agudizar el ingenio y discurrir todo tipo de soluciones que les permitiera estar presentes en las escenas y fotografiarlas sin disturbar la vida de los animales. Básicamente debían camuflarse y hacerlo también con todo el equipo.

 

 

Algunas anécdotas de su trabajo las he leído en The Guardian, Cuentan por ejemplo, que para solucionar el problema de fotografiar bueyes sin espantarlos, Richard tuvo una idea brillante, le pidió a su carnicero un buey y lo envió a un taxidermista para que lo dejara hueco. A modo de Caballo de Troya lo llevaban a las localizaciones y lo dejaban a la vista en campos, estanques o cualquier paraje natural, luego se arrastraban dentro de su vientre, con la lente de la cámara asomando por un agujero y así lograron fotografiar la manada de bueyes y todos tipo de pájaros que hubiera en la zona.

 

 

Pero el buey tenía varios inconvenientes, los hermanos no sólo tuvieron que soportar dolores de espalda mientras esperaban dentro hasta ocho horas para obtener una sola imagen, ademá, cuando hacía viento, tenía tendencia a volar, para sorpresa de los pájaros que estaban filmando. Me hubiera gustado ver eso…

 

 

A pesar de los pequeños inconvenientes tan exitoso les resultó el falso buey, que los hermanos experimentaron con otros animales y objetos falsos con los que llevaban a cabo escenografías de camuflaje cada vez más ambiciosas. Convirtieron una oveja en una cámara, pero fue atacada por perros pastores, también construyeron una falsa roca gigante e incluso una pared de piedra caliza, también árboles móviles, incluso se disfrazaron de cubo de basura. Para obtener imágenes de un pájaro exótico, Richard Kearton cavó un hoyo y se cubrió con turba durante varios días. En estas aventuras, eran atacados regularmente por aves marinas, dormían en los árboles y en el agua y no tenían reparos en descolgarse por rocas con una cuerdas a 600 pies.

 

Nunca tuvieron reparos en contar sus trucos y en mostrar sus artilugios e inventos, y se inmortalizaron a sí mismos en situaciones de extrema peligrosidad, así como en plácidas escenas en las que convivían con animales en total armonía. Algunos de los métodos que utilizaron hoy día serían cuestionados, impregnaban flores y troncos con miel  para atraer a los insectos y disparaban un revólver para molestar a los pájaros adultos con el fin de localizar los nidos antes de que descendieran del acantilado con la cámara y el trípode, hacían mas grandes los huecos de los nidos dentro de los troncos para poder acceder con las cámaras…. nada les detuvo en su misión documental, lo que definitivamente fue muy de agradecer.

Me quito el sombrero ante estos pioneros. Sus trucos y maquinaciones son en sí mismos verdaderas piezas artísticas. Viva el artificio, los trucos de magia, el humor, la aventura y la diversión!!!!!! En el arte y en la guerra todo vale, o algo así era…

Encontré y disfruté la info en The Guardian. El libro, lo estoy esperando como agua de mayo.

Las imagenes son de google y me he centrado mas en los turcos que en los resultados fotográficos.

junio 16th, 2016

Andando y construyendo

 

Siguiendo la idea que me ha llevado a retomar este blog para deslizarme de puntillas por las fronteras difusas entre el arte y la realidad, hoy dejo por aquí un proyecto de vida, que nada tiene que ver con la creación, aunque podría parecer… No quiero dar ideas.

 

Y es que el el señor Liu Lingchao, como si de un atlético y empecinado artista de la performance se tratase, lleva casi 10 años viajando a pie por China, transportando su vivienda sobre los hombros.


Esta hazaña le ha dado fama en China, donde le apodan el «Hombre Caracol» ya que va despacio y lleva su casa a cuestas, una construcción precaria, soportada por una ligera y resistente estructura de bambú que Liu va cubriendo con el materiales de deshecho que va encontrando a lo largo de su viaje. Capa a capa de basura, acaba convirtiéndo los palos en una ligera cabaña andante, pensada para ser transporta a hombros, en la que guarecerse de las inclemencias del tiempo. Un ejemplo de autoconstrucción a coste cero de la que habría mucho que aprender.

Para moverla, sólo tiene que introducirse en su interior, echarse el armazón, (pesa unos 60 kg  y mide 2,2 metros de altura por 1,5 metros de ancho) a los hombros, y erguirse completamente para elevar la estructura del suelo y poder caminar hasta 20 km, si el día le es propicio.

Las inclemencias del tiempo y los básicos materiales acaban deteriorando la casa, y Liu tiene que fabricarse una nueva cada año, por lo que ha mejorado sus capacidades de construcción, llegando incluso a concederse algunas licencias estilísticas, como flores de plástico y cintas de colores. Él comenta con humor que así puede aparcar en zonas nobles sin llamar la atención.

Comenzó este nomadismo de reciclaje, después de la depresión que sufrió a raíz de que muriera su padre, perdiera el trabajo y su mujer lo dejara. En situación tan lastimosa, decidió buscarse la vida recogiendo basura en la ciudad, que es donde más residuos se generan. Pero esta actividad no le daba para vivir ya que el alojamiento le costaba todo lo que ganaba, por esta razón decidió hacerse una casa portátil a coste cero, y llevarla consigo lo que le permitía trabajar y vivir sin apenas gastos, ahorrando un poco para la vuelta al pueblo.

He leído dos versiones de su viaje, uno más romántico, en la que se cuenta que se fue muy lejos hace 20 años huyendo de la desgracia, y cuando por fin decidió volver, tardó 5 años, ya que lo hizo andando y con la casa a cuestas. La segunda versión mas pragmática, es que debido a la crisis, cada poco tiempo se marcha del pueblo a una ciudad que está a 3 días de distancia, allí recoge residuos, y cuando lo vende, regresa al pueblo donde sí que tiene una casa tradicional. Cuando se le acaba el poco dinero que gana con la basura, coge de nuevo su casa móvil y vuelve al trabajo.

 

 

Su rutina es andar 50 metros con la casa, dejarla aparcada y a la vista, para volver sobre lo andado a recoge material que mete en grandes bolsas, con ellas llenas vuelve a por la casa y sigue avanzando otros 50 metros… lento pero seguro.

 

 

Y nada mas que contar ya que hay mucha información en internet por si queréis seguir investigando sobre este increíble ejemplo de resiliencia, y adaptación al medio hostil. Sólo añadir que es uno de los ejemplos de autoconstrucción con mayor sentido y dignidad que he visto en mucho tiempo, vamos que no me extrañaría que pronto me lo encontrara en alguna de esas bienales en las que tango gusta premiar iniciativas arquitectónicas casuales.

 

Definitivamente no me pongo de acuerdo conmigo misma sobre si sentir pena por las circunstancias en las que vive Liu o considerarlo un verdadero afortunado… no sé… ¿cómo lo veis vosotros?.

 

 

Lo encontré hace tiempo y las fotos la he sacado de aquí y de allá gracias a san Google.

 

 

Por cierto sin que tenga mucho que ver, me acordé del trabajo, esta vez sí artístico, de Jordi ColomerAnarquitekton se llama y hace tiempolo  dejé por aquí, aunque el sino tecnológico me mutiló las imágenes.

 

 

 

 

 

 

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