Me gusta la obra de Helena Almeida, esa sensibilidad que tiene para valerse de su propio cuerpo y crear con él, imágenes fotográficas en blanco y negro, que lejos de percibirse como autorretratos, nos lo muestra como una visión autobiográfica y experiencial, que trasciende de lo personal a lo poético.
Según sus propias palabras «Mi obra es mi cuerpo, mi cuerpo es mi obra».
No cuenta Ana Martínez-Collado: «a partir de su cuerpo, genera espacios e imágenes. No hay ninguna experiencialidad dramática. Al contrario, de lo que se trata es de intervenir los términos, de apropiarse del lugar del arte, de la imagen pictórica. Su cuerpo se coloca dentro del lienzo y así la pintura ya «era lienzo habitado».
Su obra surge del deseo de comunicar ese cuerpo -objeto de su experiencia- con el exterior. Y la subversión de su voluntad de transformación de los códigos de la pintura, de los estereotipos del mirar. La pintura, la imagen artística no puede ser más el lugar de una representación del mundo. Helena Almeida busca invadir el exterior, haciéndolo suyo. Hay que invadir el mundo creando nuevos espacios, hay que invadir la pintura para que sea algo más que pintura.
Esta determinación se va materializando a través de su trayectoria. Su obra siempre construida, eliminada la presencia del azar -tal vez sólo relegado al espacio de la reflexión-, va evolucionando eliminando primero el color, después otorgándole una especial atención al espacio formal o arquitectónico, y finalmente -como en esta última década- trabajos que amplían las dimensiones y traicionan la escala humana.
Desde el interior de la obra, desde su «otro» ya en el mundo, Helena Almeida nos sumerge en una narración onírica, con un cierto tono surrealista. El cuerpo, su cuerpo, ya no es lo que parece -una araña, un vestido, una transformación del espació real-. Su estrategia desajusta el mundo, transforma nuestra mirada, nos sorprende. Desde un lirismo extremo, desde una introspección absolutamente personal del yo- nos encontramos con otra forma de contar, y de ver el mundo.
La intrusión en la representación, la intervención consciente en la disyuntiva de lo real / la pintura es lo más atractivo de su obra. Esta intrusión mediante el cuerpo -metáfora al mismo tiempo de la figura del sujeto constituido en artista-, es en definitiva lo que hace a su obra más contemporánea. Nos interroga sobre un espacio desajustado cada vez menos ajeno a nosotros mismos por decisión personal».
Os dejo imágenes, que hablan por sí mismas. Las he encontrado en Google.






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Muy interesante la obra de esta mujer, no la conocía. Gracias