
La obra de Christiane Löhr es de las que no deja indiferente. Por lo menos a mí, me causa incontenible emoción mirar esas pequeñísimas y refinadas esculturas hechas con tanta delicadeza y meticulosidad que da pena que sean de una naturaleza tan efímera y volátil.

Otra vez a vuelta con el arte destinado a desaparecer, una manera de trabajar que aprecio sobre casi todas las demás, en este grandilocuente y egocéntrico mundo del arte contemporáneo donde monumental es sinónimo de calidad y que cada vez me cuesta más encontrar.

Así que hoy estoy contenta de poder dejar aquí muestras del trabajo de una artista que saca su materia prima de la naturaleza, buscando elementos frágiles, etéreos, suaves, diminutos y casi transparentes, que después compone y moldea respetando su estructura original para que adquieran una forma rotunda que hay que mirar con detenimiento para saber de qué está hecha.

Valiéndose de semillas, ramas, hojas, flores, dientes de león cardos, que recoge en sus paseos por el campo, compone piezas en las que confluye en armonía, una mezcla de construccion planificada que se asocia a formas arquitectónicas como torres, arcos, cúpulas, templetes, con otras composiciones creadas aleatoriamente por la naturaleza.

Una verdadera delicia para mis sentidos, que he conocido aquí.














