julio 1st, 2008

Hablando de Splasher… sí, esos que tiran pintura a las obras de Banksy…


Llevo bastantes meses empezando esta entrada y dejándola aparcada por no saber bien qué enfoque darle, ni tener una opinión clara al respecto. Tanto tiempo ha pasado, que creo que ya llego tarde, pero bueno, como es ahora cuando me asaltan dudas existenciales en cuanto a la evolución del arte urbano, pues es buen momento para meterle mano. Empiezo a escribir y a ver por dónde me llevan mis propias pulsaciones en el teclado.


Quería contaros lo de Splasher, ese colectivo neoyorquino de «vándalos callejeros», con ideas de corte marxistas, cuyo trabajo consiste en rociar de pintura, las obras de artistas urbanos cotizados.


Así como suena, obra conocida con la que se topan en las calles, churretón de pintura que se lleva. Se podría decir, que la misma aversión que siente Zevs por los logos de grandes marcas comerciales, la tienen los chicos de Splasher hacia la obra de los artistas urbanos más de moda. En ambos casos, el objeto de su odio se transforma en churretosas y dramáticas imagen.


Desde el 2006, actúan en las calles de Soho y Williamsburg y se han cobrado más de 100 víctimas. No persiguen a todos los artistas de la calle, para nada, tienen bien definido su target, artistas cuyo trabajo se paga caro en los circuitos comerciales; recordemos que en Nueva York el graffiti lleva algunas décadas siendo un verdadero negocio.


Artistas como Banksy, Obey, Momo, Frank Shepard Fairey han visto dañada su obra, Faile o Swoon no se han quedado de brazos cruzados ante los ataques entablando una batalla que a mí me ha hecho pensar, en un momento de debilidad mental, que todo pudiera ser una acción de guerrilla, planeada por algún artistas urbano para darse notoriedad o por estar mosqueado con el éxito de los demás.


Cada obra que atacan, es adornada con uno de sus manifiestos, titulados: «Avant-garde: advance scouts for capital» o “Art: The Excrement of Action» en los que arremeten contra la hipocresía del arte de la calle.


Plantean dudas sobre la validez y la situación del arte en la calle, alegando que si la obra que se deja en ella es considerada provisional y colectiva por sus autores, entonces deberían admitir que otros artistas actúen sobre ella.


Al final del manifiesto, una advertencia » intentar quitar esos manifiestos de la pared puede provocar daños físicos, al haber sido mezclada la pasta de papel con cristales.


Grupos tipo Splasher podrían ser considerados por sus defensores, los modernos dadaistas o situacionistas, que gritan para reivindicar que el arte urbano es mercantilista, que está ayudando a la gentrificación de los barrios marginales de Nueva York y que los artistas urbanos más cotizados, son niños bien de la burguesía blanca.


En el artículo de The Guardian, The Splasher: art or vandalism? la autora concluye que las acciones de Splasher desfigura el trabajo de otros, pero dando tiempo a que la obra sea vista por unos pocos, que opinarán sobre ella y eso le parece algo válido ya que la obra en la calle no puede ser estática, sino que tiene que evolucionar. Pone el ejemplo de cómo Banksy creo un mural callejero de la Mona Lisa vestida como el Ché y al día siguiente, alguien cambió la cara de la Mona Lisa por la de Bin Laden, con lo que consiguió un resultado bastante más relevante que el de la obra original. Según ella: «El arte urbano es algo que progresa, en lugar de algo para vender en Sotheby’s. Tal vez los Splasher tienen su punto …».


Copio un fragmento del artículo Street Art is Dead, publicado por Adbuster. «Todo el arte está sujeto al mismas ciclo evolutivo. Es creado, absorbido en la conciencia colectiva y, a continuación, codiciado.
No es suficiente que exista, debe ser de la propiedad de alguien. El arte de la calle surgió como resistencia a este hecho. Fue como decir
«fuck you» a los pequeños galeristas y a su fastidioso 50% de comisión. Un rechazo a la explotación de la naturaleza coleccionista. Fue una «democrática rebelión», arte para todos. Pero entonces empezamos a comprarlo y ahora nosotros, como cultura que demanda la propiedad e insiste en que el arte se cuelga en las paredes de color blanco brillante, hemos sido los «salpicados».


En las calles algunos se quejan de su manera de actuar, mientras que otros les demuestran su admiración al atreverse a vandalizar el vandalismo. Los más visionarios, ya se imaginan, la obra de este colectivo en las galerías de arte, codeándose y compitiendo en precios con los mismos a los que atacan.


En la línea de pensamientos de Splasher, el grupo Street Art Blows, invita a los artistas a guardarse su arte para ellos mismos.


Como apunte personal, diré que no me gusta la idea de que para reivindicar haya que destruir el trabajo de otros, aunque si alegasen que no están destruyendo sino modificando y mejorando una obra, volvería a no tener argumentos. Total que sigo tan liada como al principio.


Ahí dejo un montón de información más, que cada uno saque sus propias conclusiones porque yo me bajo aquí.


FlowerFaceKillah on the Splasher
GowanusLounge on the Splasher, y a followup post
Curbed on the Splasher
Streetsy pix of the splasher
I’m Not Saying on the Splasher, y la gallería de Splasher.
Splasher Strikes Again Across Williamsburg
Crappy wheatpasted edicts in Williamsburg: The excrement of lazy action
Informe New York. Judith Supine (¿y The Splasher?) en Bleecker St.







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