Difícil hablar de cosas artísticas cuando vivimos prácticamente anestesiados por el continuo bombardeo de imágenes aterradoras, por ser auténticas, de guerras y exterminios masivos de población civil, seguidos en tiempo real por los «guardianes de la paz» sin que nadie mueva un dedo para parar el genocidio.
Así ando, con pocas ganas de folclores, y muchas de desconectar, pero estos días se me han cruzado desde Hyperallergic, las imágenes que el fotógrafo Hennin Grogge ha presentado en la exposición The Beautiful Changes y que nos muestra el efecto curativo que la naturaleza y el paso del tiempo ejercen sobre zonas afectadas por guerras pasadas.
Concretamente, este fotógrafo se ha dedicado a localizar cráteres producidos por bombas de la Segunda Guerra Mundial en Alemania y ha documentado el resultado de los más de 70 años transcurridos.
Rogge comenzó a fotografiar esos cráteres después de encontrar al azar uno en el bosque, le sorprendido su tamaño y su forma circular, después de investigar, se enteró de que existían muchos agujeros de aspecto similar en todo el país y decidió recorrer Alemania para encontrarlos.