Por el vicio de no dejar nada a la imaginación del que mira, se usa y abusa de las representaciones hiperrealistas, el incremento de los concursos y las exigencias de los clientes que no quieren perder tiempo en imaginar, son los culpables del exceso de información previa a la finalización de la obra, con la que se nos bombardea.
Pero este tipo de trabajos, llevados a cabo con los más sofisticados medios de producción gráfica, a menudo sobreestimulan las expectativas y las piezas acabadas, no llegan a alcanzar ni de lejos el nivel de lo representado. La documentación se ha convertido en un fin por sí mismo, no una herramienta al servicio de unos resultados.
Con todo esto, lo que estoy queriendo decir, es que echo de menos, los clásicos bocetos, hechos por expertos dibujantes o los propios artistas, con los que se pretendía representar la idea de lo que posteriormente sería construido y en los que siempre quedaba un margen a la libre interpretación, que producía un resultado muy satisfactorio, al compararlo con la pieza terminada.