Días como estos en los que todo el mundo está especialmente alarmado con el incontrolado uso de las armas de fuego, ya sabéis…. la última masacre de Nueva Zelanda, junto con las ganas que yo misma siento de matar (metafóricamente hablando, por supuesto) a algunos que otros desconsiderados, veo hasta terapéutico, hacer hueco en el Ático a unas «cariñosas» intervenciones llevadas a cabo por soldados, en las empuñaduras de sus pistolas.
A esta manifestación del Arte de las Trincheras se le conoció como,Sweetheart Grips (bonita denominación), y estuvo muy de moda durante la Segunda Guerra Mundial y gracias a ella, los soldados pudieron tener bien presentes a sus seres queridos en la contienda, incluso mientras disparaban a los enemigos. Tan pertinente todo…
Aunque las normas del ejercito no permitían que los soldados personalizaran sus armas, todos lo hacían de una manera u otra. Esto podría incluir nombres completos, iniciales, estrellas, nombres de unidades y símbolos, o cualquier cosa de importancia personal. Esta práctica se sabe que incrementó la moral al personalizar el equipo y creó un apego a objetos impersonales. También podría ayudar en la identificación de soldados muertos antes del uso generalizado de placas de identificación.
La cosa consistía en reemplazar las tradicionales empuñaduras de las pistolas por otras hechas por ellos mismos, con el fin de que sirvieran de de portarretratos de sus seres amados o deseados, «se guardaban» todo tipo de mujeres, las novias por supuesto, pero también actrices famosas, chicas anónimas pero ligeras de ropa, y yo que sé si incluso sus propias madres… todas ellas les miraban sonrientes mientras ellos mataban a lo que se les pusiese a tiro.
Este proceso de tuneado, requería de cierta maña, ya que la foto de la susodicha se debía proteger con una plancha de prexiglas, que se tallaba cuidadosamente para que se amoldara a la forma de la empuñadura. Así debía ser ya que no parece conveniente que la pistola resultara incómoda de agarrar. Curiosamente, este prexiglas, solía reciclarse de las ventanas de los aviones caídos durante la contienda.
En la Segunda Guerra Mundial el uso de la fotografía ya estaba popularmente extendido y eso permitía que los soldados llevaran a sus mujeres cerca siempre, escondidas en cualquier parte del uniforme, en objetos personales como cascos, cantimploras…y como ya he dicho, también en el arma reglamentaria, de esta manera la frase de «contigo hasta la muerte» adquiría un valor más textual.
Queda abundante documentación sobre estos curiosos ejemplares de armas intervenidas, y desde ya mismo anuncio que no voy a cejar en el empeño de buscarme una para mi colección de rarezas.
No tengo mucho mas que contar, así que os dejo con las fotos, que son bien inquietantes… y prometo pronto, mas «arte de las trincheras», que tremendo temazo. Y es que últimamente, con tal de no enfrentarme a nada que huela mucho a arte contemporáneo, me pongo a perseguir cualquier cosa.